¿Qué es la inercia térmica y cómo influye en la eficiencia energética de los edificios?
La inercia térmica es la propiedad de los materiales que indica su capacidad para absorber, almacenar y ceder calor. Esta propiedad se mide en Kcal/m3 °C y es un elemento clave en la medición y control del comportamiento térmico de los edificios. En este sentido la fachada ventilada protege al edificio de todas las agresiones externas, especialmente las inclemencias meteorológicas y se convierte por tanto en una membrana que controla el flujo térmico de aire, de vapor de agua, del agua de lluvia o del viento, para lo cual todos los elementos que conformar su estructura deben de ser durables y responder adecuadamente a las condiciones externas para los cuales fueron diseñados.
Los problemas que puedan generarse en una fachada mal aislada siempre acaban repercutiendo en el resto del edificio de una manera u otra. Las patologías más comunes por este mal aislamiento afectan a cuestiones térmicas en muchos casos como el efecto de pared fría o la pérdida de temperatura interior que afectan al confort.
La inercia térmica se mide por medio de la amortiguación y el desfase de la onda térmica. Cuanto mayor es la amortiguación mayor diferencia de temperatura hay respecto de la media de la temperatura exterior con la interior. Y cuanto mayor es el desfase de onda mayor diferencia de tiempo habrá entre el pico de la máxima de temperatura del exterior con la del interior.
Una «buena inercia térmica» en un edificio hace que su comportamiento sea eficaz respecto a los cambios de temperatura. En los edificios sin una cámara de aire ventilada, durante el verano las fachadas absorben y acumulan progresivamente calor en la fachada y terminan por cederlo al interior de la vivienda. Durante el invierno, por contrario, el calor generado en el interior del edificio se absorbe por las paredes del edificio y se termina por transmitir al exterior a través de la fachada, lo que se traduce en altos niveles de pérdida de energía.
Las fachadas ventiladas claves en la gestión de la inercia térmica
Gracias al uso de la fachada ventilada se consigue mantener la temperatura estable en el interior de la vivienda durante todo el día, pues la resistencia térmica del muro soporte se incrementa tanto por el aumento de aislamiento como por la existencia de una cámara de aire.
En verano, esta cámara genera un flujo continuo de aire que refresca el muro soporte y evita que se transmita calor al interior del edificio. En invierno, el aire de la cámara permanece estanco y actúa como colchón térmico, evitando que el calor del interior de los hogares se transmita al exterior. De este modo, el uso de fachadas ventiladas ayuda a reducir la demanda de energía y a conseguir edificios altamente eficientes en términos energéticos.
Comportamiento de las fachadas ventiladas en verano. Menor absorción de calor
En verano el sol incide directamente sobre el aplacado y no sobre el edificio, calienta el aire de la cámara, disminuye su densidad y por convección asciende, ocupando su lugar aire fresco. Este es el fenómeno denominado “efecto chimenea”, que evita la acumulación de calor en la fachada. Se origina por el calentamiento del paramento exterior, que provoca una variación en la densidad de la capa de aire, con el consiguiente movimiento de ascensión. Por lo tanto, gran parte del calor radiante es reflejado hacia el exterior. La parte del calor que penetra en la cámara activa, la corriente de aire generada por el efecto chimenea, lo desplaza hacia arriba evacuándolo por la coronación de la cámara, por lo que solo una pequeña parte del flujo de calor es absorbida por el edificio. Si el aislamiento está bien aplicado el calor que penetra en el interior es prácticamente nulo. El aislante térmico proporciona una protección adicional contra los agentes atmosféricos. La ventilación mejora el comportamiento higrotérmico de la solución constructiva al evitar que se llegue a calentar el aire en la cámara y se produzca la consiguiente transmisión de calor por convección hacia el interior.
Comportamiento de las fachadas ventiladas en invierno. Menor dispersión de calor
En invierno entran en juego otros factores, ya que la radiación solar no es suficiente para conseguir los movimientos de aire que se producen en verano. En este caso la fachada actúa como acumulador de calor, ayudando la cámara de aire a la estabilidad térmica del sistema. El aislante térmico proporciona una máxima acumulación térmica de los componentes interiores que impide la pérdida de calor en el interior del edificio. Actúa como acumulador del calor interior, ya que le es muy difícil transmitirlo al exterior debido al aislamiento exterior y, por tanto, lo devuelve al exterior.
En definiva, las fachadas ventiladas se aprovechan de la inercia térmica y protegen de forma excelente al edificio y lo aíslan del viento, humedad y lluvia a la vez que permite la entrada de luz y aire y conserva el calor en invierno y lo disipa en verano, logrando altos niveles de confort y un gran ahorro energético durante todo el año.