¿Cómo protege la fachada ventilada al edificio de las condiciones meteorológicas?
La fachada ventilada es la piel del edificio y es la primera barrera arquitectónica que protege al edificio de todas las agresiones externas, especialmente las inclemencias meteorológicas. La fachada es una barrera protectora que aísla al edificio del medio que le rodea al tiempo que le permite interactuar con él en función de las condiciones del entorno. La fachada ventilada se convierte por tanto en una membrana que debe controlar el flujo térmico de aire, de vapor de agua, del agua de lluvia o del viento, para lo cual todos los elementos que conformar su estructura deben de ser durables y responder adecuadamente a las condiciones externas para los cuales fueron diseñados.
Todos los elementos deben de cumplir con unas características y exigencias técnicas por pieza y como conjunto, ofreciendo una uniformidad al cerramiento del edificio y asegurando mantener sus prestaciones pese a la largas exposiciones a las condiciones meteorológicas, especialmente la acción del sol, pero también de la lluvia, el viento o las variaciones térmicas acusadas.
La fachada ventilada garantiza una mejora del aislamiento térmico del edificio, ya que permite instalar aislantes continuos entre el soporte exterior de la pared portante y el revestimiento exterior de la fachada. El revestimiento de la fachada ventilada protege a la estructura portante, al aislamiento térmico y a la subestructura de las influencias climatológicas, ya que es resistente a la lluvia.
Las fachadas ventiladas y las estaciones
- Verano (estaciones cálidas). Menor absorción de calor. En verano el sol incide directamente sobre el aplacado y no sobre el edificio, calienta el aire de la cámara, disminuye su densidad y por convección asciende, ocupando su lugar aire fresco. Este es el fenómeno denominado “efecto chimenea”, que evita la acumulación de calor en la fachada. Se origina por el calentamiento del paramento exterior, que provoca una variación en la densidad de la capa de aire, con el consiguiente movimiento de ascensión. Por lo tanto, gran parte del calor radiante es reflejado hacia el exterior. La parte del calor que penetra en la cámara activa, la corriente de aire generada por el efecto chimenea, lo desplaza hacia arriba evacuándolo por la coronación de la cámara, por lo que solo una pequeña parte del flujo de calor es absorbida por el edificio. Si el aislamiento está bien aplicado el calor que penetra en el interior es prácticamente nulo. El aislante térmico proporciona una protección adicional contra los agentes atmosféricos. La ventilación mejora el comportamiento higrotérmico de la solución constructiva al evitar que se llegue a calentar el aire en la cámara y se produzca la consiguiente transmisión de calor por convección hacia el interior.
- Invierno (estaciones frías). Menor dispersión de calor. En invierno entran en juego otros factores, ya que la radiación solar no es suficiente para conseguir los movimientos de aire que se producen en verano. En este caso la fachada actúa como acumulador de calor, ayudando la cámara de aire a la estabilidad térmica del sistema. El aislante térmico proporciona una máxima acumulación térmica de los componentes interiores que impide la pérdida de calor en el interior del edificio. Actúa como acumulador del calor interior, ya que le es muy difícil transmitirlo al exterior debido al aislamiento exterior y, por tanto, lo devuelve al exterior.
- Reduce saltos térmicos. Favorece la estabilidad dimensional. Optimiza el aprovechamiento de la inercia térmica del muro portante. Un cerramiento convencional, con el aislamiento situado cerca del ambiente interior aporta únicamente entre el 10 y el 20% de la masa térmica a la inercia del local. Sin embargo, un cerramiento con el aislamiento situado por la cara exterior aportará el 90%. Un cerramiento sin inercia provoca en la habitación un coeficiente de estabilidad térmica muy alto por lo que las variaciones exteriores se notan perfectamente en el interior, afectando al confort.
- Eliminación de puentes térmicos. Casi un 20% de la energía que se pierde en un edificio se va a través de los puentes térmicos. Sin embargo, las fachadas ventiladas permiten la corrección de los puentes térmicos produciendo un ahorro energético al eliminar el contacto entre ménsulas y muros. La disposición del aislamiento forrando la totalidad del soporte impide que se produzcan puentes térmicos y condensaciones tanto superficiales como interiores.
- Evita humedades y condensaciones. Las paredes exteriores portantes y el aislamiento permanecen siempre secos y, por lo tanto, preservan plenamente su función. La lluvia de impacto que se pudiera haber filtrado a través de juntas abiertas, se secará rápidamente por la circulación de aire en el espacio de ventilación. La disminución de la resistencia al paso de vapor de agua de las capas que componen el cerramiento provoca la eliminación de la humedad a través del espacio ventilado. Esta característica previene la condensación de agua en el interior del cerramiento y evita la aparición de hongos y moho. El aire que circula por la cámara favorece la evacuación del vapor de agua que se transmite desde el espacio interior y no se producen condensaciones intersticiales.
En definiva, las fachadas ventiladas protegen de forma excelente al edificio y lo aíslan del viento, humedad y lluvia a la vez que permite la entrada de luz y aire y conserva el calor en invierno y lo disipa en verano, logrando altos niveles de confort y un gran ahorro energético durante todo el año.